Pocas cosas me siembran tanto miedo como la fiebre. El sudor frío y contrito al salir grita prefiriendo el interior a la muerte sobre la piel. Nada se somete y la temperatura es un juego de guerra.

La tiranía del virus o incluso la infección me dejan ciego... y sordo, ciego de sinestesía, sordo sin sinestesia. ¿A veces me pregunto cómo se siente el mundo sin el desatino mutante de oír colores?

Y tirito.